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Fray Antonio Praena Segura, OP

de Fray Antonio Praena Segura, OP
Sobre el autor

9
Sep
2013

El derecho a la admiración

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En esta tarde hermosa de septiembre y Granada, en el claustro silencioso donde las últimas rosas del verano sobreviven a la tormenta, vuelvo a las cosas de la palabra, a los mensajes pacientes, a los poemas amigos, a las páginas que aguardan.

 

 

Y leo un artículo de Luis García Montero que me llega muy hondo. Se titula “El derecho a la admiración” y no me resisto a transcribir algunos párrafos que me parecen especialmente lúcidos, pues aúna en ellos Luis eso que tanto busco siempre como lector y como autor: una inteligencia que concite emoción, una emoción que despierte inteligencia. Si un grano del pensar arder pudiera...

 

García Montero subraya que es un lujo excesivo renunciar a la esperanza. Esta frase trae a mi memoria aquel título de Ángel González, “Sin esperanza, con convencimiento”. Ese título, debidamente contextualizado, ponía la convicción en un mundo más favorable por encima del abatimiento o la desesperanza del poeta. No era necesario esperar desiderativamente, sino estar convencido de que un mundo bueno, nuevo y justo llegaría.

 

Era un paso a dar, pero ahora parece necesario ir más allá sobre esas mismas huellas y unirle al convencimiento la esperanza. Porque el balance del siglo 20 ha abierto grietas en los pilares del convencimiento y la esperanza ve más lejos.

 

La resignación a la mediocridad, la refutación de las ilusiones posibles, el descrédito, el escepticismo sobre cualquier propuesta de futuro -una vez las propuestas absolutas de futuro del siglo 20 y de este, el 21, han arrojado su saldo de desgracias- son hoy una forma más de servil absolutismo. Dice Luis:

 

Como el mundo está mal, va a peor y ya no sirve eso de que vivimos en la realidad menos mala de las posibles, me parece un lujo excesivo renunciar a la esperanza (por modesto que sea el valor que queremos darle a esta palabra).

 


La sospecha metódica, como mecanismo perpetuo y perpetuado de paralización social y cultural, puede anclarnos en el mal absoluto cubierto de una suavizante pátina de resignación. Ante ello hay que reivindicar el derecho a la admiración de todo aquello que merece ser admirado, que es mucho, aunque sobreviva como ruinas y entre basuras que forman parte del paisaje, nuestro paisaje.

 

El derecho a admirar merece ser cultivado en estos tiempos. Forma parte de la ética de la resistencia dentro una sociedad dominada por el descrédito. La perspectiva de la sospecha ha abandonado las filas del pensamiento crítico, ese que pone en duda los valores y los poderes establecidos, para alinearse con las estrategias de control rutinario. Una cólera humillada. Se trata de inutilizar cualquier opción alternativa. Más que justificar sus propios argumentos, la parálisis reaccionaria prefiere desacreditar las ilusiones emancipadoras. Por eso no hay organización, iniciativa o voz rebelde que escape a las garras del descrédito. Se ha perdido la capacidad de admirar, de amar, de confiar en lo que nos llama a comprometernos. Como escribió Bécquer, tenemos nuestra ropa puesta a secar. La memoria del naufragio desmiente las promesas de futuro.

 

Ante esto, señala Luis que la condición de la poesía es la admiración. Si alguien se decide a escribir un poema propio, un diálogo con su conciencia y su imaginación, es porque en algún momento feliz quedó deslumbrado por unos versos ajenos. Escribimos porque otros han escrito antes y nos han convencido (…).

 

Somos creadores porque hemos sido lectores, y somos lectores porque necesitamos crear. Para un creador es importante cuidar al adolescente que se deslumbró con un libro en las manos. La admiración es el reconocimiento de que la vida sigue abierta, y nos reclama, y puede hacer algo con nosotros mientras nosotros hacemos algo con ella.

 

Recomiendo la lectura íntegra de este artículo de uno de nuestros poetas mayores. Veanlo aquí:

 

http://www.infolibre.es/noticias/opinion/2013/09/06/el_derecho_admiracion_7407_1023.html

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