Abr
De ratas y crueldades
2 comentariosMe gustó la crónica de ABC sobre la entrega del Cervantes. Quien la hacía conocía su oficio y sembraba de referencias intertextuales su texto sin hacerlas incómodas para el lector que no las reconozca.
Al hablar de este abril literario, notaba que no parecía el mes más cruel. Estaba citando el famoso primer verso de La tierra baldía, de T. S. Eliot.
Muchos abriles me han parecido crueles y su crueldad misma me impedía averiguar por qué. Desde demasiado cerca, dentro incluso, a veces las cosas no desnudan sus razones. Y, como este abril no me ha resultado nada cruel, sino todo lo contrario, me he vuelto a preguntar por el sentido del verso de Eliot. ¿Por qué dijo aquello de Abril es el mes más cruel? Pues vete a saber, porque la Tierra baldía ha sido sometida a todo tipo de interpretaciones. Ese es otro de los misterios de la poesía: que nos puede seguir afectando incluso después de decir ¿y a mí qué me importa?
Total. Que desde fuera de ella, he encontrado algo que es verdad en la crueldad de abril: la ley de la naturaleza puja en nosotros a vivir, mientras que la ley de la conciencia está ya un poco resignada a la muerte. Y eso cansa y duele y te hace sentir en guerra contigo mismo.
Vale, que esto venía a otra cosa –(o no)-. He empezado con la crónica de ABC sobre José Emilio Pacheco. Lo prometo: es el último poema suyo que pongo. Pero es que no me lo aguantan las carnes!
LA HORA DE LOS NIÑOS
Los niños traficaban con una nueva especie de ratas
anilladas como langostas y de color magenta y celeste.
Sabor extraño al principio
pero como el hambre no miente
nos habituamos a hornearlas.
Ya que uno es lo que come, en menos de un año
nos volvimos como ellas.
Primero los ojitos alarmados, la pelambre y la cola.
Poco después los dientes de taladro,
las garras como sierra de partir huesos.
(¿Hará falta añadir que a este respecto
no tuvieron gran cosa que enseñarnos?)
Ahora son hombres los niños que vivían de las ratas.
Actúan como sicarios de un poder invisible
y poco a poco pero noche tras noche
nos eliminan sin clemencia.