Oct
De la culpa en Alabama Monroe
0 comentariosUna de las mejores películas de la pasada temporada. Basada en un musical, la banda sonora de Alabama Monroe es parte verdadera de la historia. Las canciones y, sobre todo, la interpretación de las mismas son una parte más de los personajes, de su proceso interior, de sus relaciones.
Es una cinta tan visceral, tan viva, que corremos el riesgo de quedarnos en el contenido y pasar por alto la forma sin la cual la historia no nos tocaría tan de lleno.
El sentido de la vida, la muerte y el amor -nada nuevo ni original por otro lado- son los que aquí importan. Pero sin pedestal ni subrayados, sin voluntad de grandeza ni pretensión moralizante. Más bien con desenfado, incluso libre de débitos estetizantes. Vamos: algo así como la película que se hace después de haber hecho la película que se debía hacer; algo, desde mi punto de vista, apreciable muy especialmente en cualquier obra de arte, lo que le da soltura, sensación (engañosa) de facilidad.
Desfilan también por Alabama Monroe la pasión, cuidándose del consabido romanticismo; el desamor, la culpabilidad sentida y la acusada, cuidándose del patetismo como recurso fácil; la enfermedad, la muerte; el dolor y el mal de los indefensos injustificable lógica y religiosamente. Y, cómo no, la visceralidad con que lo religioso se siente o se rechaza, precisamente ante una misma encrucijada vital. Las a veces inextricables lindes entre la fe verdadera y el autoengaño consentido. El forcejeo entre la razón coherente y la autosuficiencia.
Pero todo ello no debe eclipsar el logro cinematográfico de esta película si bien, como corresponde al verdadero talento artístico, el director lo haya ocultado tan hábilmente que nos parece sencillo. Me refiero al hecho de prescindir de las referencias temporales. La película nos demuestra que puede seguirse perfectamente una historia no sólo sin seguir el orden cronológico sino incluso prescindiendo de los recursos orientadores al uso, tales como saltos atrás, adelante, subtítulos tipo “un año después”, etc.
Finalmente hay que señalar que los actores no interpretan, se entregan; hay entrega de todo el equipo y eso se nota, una manera de hacer cine que deja un no sé qué que podemos llamar verdad. Una película para no perderse.