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Blog El atril

Fray Antonio Praena Segura, OP

de Fray Antonio Praena Segura, OP
Sobre el autor

23
Sep
2011

De hojas y hombres

6 comentarios

 

 

Comienzo este otoño con Homero:

 

Las hojas y los hombres son del mismo linaje.

 

-versión Luis Alberto de Cuenca, o, si quieren, versión tradicional y contextualizada:

 

Como el linaje de las hojas, tal es también el de los hombres.
De las hojas, unas tira a tierra el viento, y otras el bosque
hace brotar cuando florece, al llegar la sazón de la primavera.
Así el linaje de los hombres, uno brota y otro se desvanece.

Ilíada VI

 

Porque ha pasado un verano más y las hojas de los árboles por el suelo nos recuerdan que la vida fluye y algo muere para que sigamos viviendo.

 

Pisando con sus botas militares las secas hojas se dio cuenta de que no solo hojas y hombres, sino también hombres e historia, son del mismo linaje. Con sus botas militares, también la historia apisona nuestros cuerpo en su avance. Y, aunque esta idea le pareció fatalmente hegeliana, algo de verdad había en ella.

 

Y aquí estamos. Un otoño más viejos, con ese rictus que la madurez nos deja y nos hace más guapos (todavía).

 

Al fin y al cabo, la esperanza cristiana también aporta algo a los otoños, los nuestros, los de cada uno. Es una fuerza sed contra que nos evita tomarnos demasiado en serio estos pensamientos dialécticos, otoñales, hegelianos… para saber que nada es cierto cuando es triste. Los teólogos lo llaman reserva escatológica. A las claras: nada se pierde, demasiado, mientras tanto… todavía.

 

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Un buen día
23 de septiembre de 2011 a las 17:02

A ver si comprendo, porque el pensamiento parece interesante: ¿para la teología los pensamientos tristes son una especie de mentira? Qué curioso. Pero el infierno es triste, y ciertas oraciones tienen un sabor melancólico, ¿no?

Praena
23 de septiembre de 2011 a las 19:35

El infierno no es un pensamiento. Ni un sentimiento de tristeza. Yo creo que usted entiende muy bien lo que el post quiere decir.
Le repsonderé con únos versos -que a buen seguro conoce-: "La más honda verdad es la alegría".

memoria perenne
23 de septiembre de 2011 a las 21:51

El otoño nos abre la puerta de lo recóndito. Recogidos en la tarde. Un te caliente. Un libro. Alguna nota suelta. La memoria, porosa, nos trae posos de presente. Memoria perenne. Ciprés.

Un buen día
24 de septiembre de 2011 a las 12:18

No hice la pregunta con mala fe. Mil disculpas si ha dado esa impresión. De verdad me interesaba el tema. Por otra parte, ¿no es el infierno un lugar psíquico, más que físico? Que Dios nos ampare y nos libre de todo mal. Amén.

Praena
24 de septiembre de 2011 a las 13:30

En absoluto de mala fe. A lo mejor el toque irónico no me salió bien, que responder así, tan rápido y sin revisar juega malas pasadas.
Depende de a qué se refiera: si habla del infierno en sentido sicológico, yo lo tomaría como algo analógico, metafórico: aplicamos a los malos momentos sicológicos la palabra de lo que pensamos es lo peor, lo más doloroso, un infierno.
Por otro lado una cosa es el pensamiento del infierno y otra cosa si queremos hablar de la realidad del infierno en cuanto tal.
El sentido del post es que cuando vemos la vida en sentido negativo, pesimista, fatalista como la repetición inevitable de la destrucción, de la decadencia..., desde la perspectiva de la esperanza cristiana hemos de decir que la última verdad de nuestro destino no es la perdición, la repetición ciega de un destino ciego e implacable. Esa no es la última verdad que creemos. Creemos en un destino personal, en el que cuenta nuestra decisión, nuestra libertad y la voluntad salvífica de Dios. Ello invita a no dar por definitivo cualquier conclusión fatalista. Reserva escatológica es considerar que, a pesar incluso de la intensidad con que sintamos la tristeza, ésta no ha de tener la última palabra en nuestra existencia: hay algo más, un "todavía no", que deja espacio a la salvación, más allá de cualquier resultado parcial de nuestra historia personal o comunitaria.

Dr.J
27 de septiembre de 2011 a las 14:24

Últimamente siempre cito a Emily Dickinson:
El Otoño contemplaba mi Labor-
colores tengo, dijo
que podrían humillar a un flamenco
muéstramelos, le dije yo.

El otoño es alegre, al cabo es Abril el mes más cruel.

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