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Compromiso y humildad
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Creo en el compromiso del poeta con los problemas de este mundo. Por más que a veces sea necesaria la distancia para poder ver con una cierta perspectiva, para poder aportar una mirada diferente, para encontrar otros caminos, no creo en la reclusión del poeta en una torre de marfil: además de ser imposible -porque la materia del poeta es el lenguaje y el lenguaje es algo recibido de los otros y fuera del mundo ya no es lenguaje- me parece un gesto suicida de extrema ingratitud. Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis. Implicadlo, complicadlo, como implicó y complicó su vida la Palabra fontal de todas las palabras.
Creo también que ese compromiso ha de realizarse en plena libertad. No creo que la libertad del artista sea superior a la de cualquier otro ser humano, pero sí reclamo para él el ejercicio de su propio don –como reivindico el ejercicio pleno del don de aquel que se dedica a curar, a reparar coches, a programar ordenadores…- tal y como ha sido recibido. Es decir: anticipándose por vías propias –las vías del arte no son las del pensamiento, ni las de la ciencia, ni las de la economía...- a los acontecimientos del mundo del que forma parte, al que debe servir y en el que ha de respetar y fomentar las libertadas de los otros en el marco del bien común.
En este sentido creo que una buena parte de la función del poeta es denunciar el abuso de las palabras en el marco de la comunidad humana. El poeta no es guardián de la palabra sino siervo de ella.
Hoy me implico con la palabra humildad. Creo que palabra y realidad, significado y significante “humildad” son demasiadas veces maltratados y abusados.
No son más humildes quienes caminan con el cuello doblado para colarse en la vida de la gente. No es humilde tampoco quien rechaza el diálogo en terreno adverso. No puede la palabra humildad convertirse en instrumento político: arma de doble filo, acaba cortando la seda del guante y dejando a la vista la mano de hierro que se esconde detrás. De no ser cierta, la palabra humildad vuelve contra el no humilde las afinidades que le granjeó. No se presta la humildad a campañas publicitarias. No es la humildad una renuncia a los talentos recibidos.