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Blog El atril

Fray Antonio Praena Segura, OP

de Fray Antonio Praena Segura, OP
Sobre el autor

16
Feb
2011

Cateto en el Palau

7 comentarios


No sé por qué, pero la música de Schubert me hace ver películas. Ayer Daniel Barenboim interpretó al piano dos sonatas del músico del siglo XIX y yo tenía dos opciones: o bien perderme en el jaleo de opus, números, variaciones estructurales, matices, inventivas, densidades y coloraciones o simplemente dejarme llevar por la música como si no fuera de Schubert ni fuera Barenboim el que tocaba. Y opté por lo segundo.

 

 

Fue entonces cuando vi la película. Bueno, más bien documental, porque las imágenes partían de la realidad, aun cuando fuera una realidad que ya nunca más volverá a existir. Recorrí, como si a una sesión hipnótica me hubiera sometido, la casa en la que transcurrió mi infancia deteniéndome hasta en los más mínimos detalles: los rodapiés, el aspecto de cada enchufe, el peso y el sonido de cada puerta, la diferente luz de cada ventana, el olor y la densidad de cada habitación, la temperatura de los sábados de limpieza, el dibujo de una losa partida…

 

Cualquier amante de la música me tachará de tonto y de cateto. Pero hace tiempo que dejé de leer cartelas de museos y programas de mano. Los dejo para otra ocasión cuando el disfrute está ante mí. Me parece hasta pedante no levantar la vista de las explicaciones, querer "abordar" la comprensión de una obra de arte en vez de dejarte arrastrar por ella.

 

Me cansa comprender cuando el placer tan sólo pide que me entregue.

 

 

Nos ocurre con el arte lo que a veces a la teología le ocurre con Dios y a la metafísica con el ser: nos quedamos atrapados en el "qué es" y nos olvidamos de "que es".

 

Hoy Schubert no pertenece al siglo XIX y en los ademanes de Barenboim ni me fijé. Tan sólo sé que el desaparecido tiempo de la felicidad en aquella casa, de la que quedan sólo la fachada y cuartos en ruinas, vive en mí. Y en Schubert y en Barenboim, aunque ellos nunca lo sabrán. Ni falta que les hace.

 

 

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paco
18 de febrero de 2011 a las 01:47

Toda la razón. Perfecto. El arte, primero se disfruta, y sólo después, y sin ser obligatorio, se estudia.

Dr.J
23 de febrero de 2011 a las 00:00

Bueno, esto es literalmente lo que contaba Proust con la magdalena ¿no?
Pero si aplicamos la misma técnica a la poesía (no leer el libro) queda un poco raro, o a la escucha de las predicaciones.

Anónimo
23 de febrero de 2011 a las 08:16

No había pensado en la magdalena de Proust. Gracias por esa aportación. Yo tenía más bien en la cabeza la crítica ontoteológica de Heidegger, pero hablar de eso supone volver a caer en la trampa de pensar lo que no quieres pensar sino disfrutar.
Con respecto a la poesía y las predicaciones: ¡no hombre, no! No leerlas o escucharlas sería como taparse los oidos para no escuchar a Schubert o los ojos para no ver un van der Goes. En el caso de la poesía, el error estaría en querer hacer antes el análisis métrico, estrófico, semántico... y pasar de la poesía misma.
Aparte de este post, lo que en realidad pienso es que ambas cosas van juntas. Comprender es parte del placer. Pero ante una obra buena la comprensión misma va ya "cargada" en el placer que produce.
Antonio

Dr.J
23 de febrero de 2011 a las 11:29

Curioso que cites a van der Goes, hace una semana encontré en la Biblioteca de mi pueblo una mesa con cosas gratis para llevar que incluía Los Primitivos Flamencos de E. Panofsky (la agarré sin dudar). Hace unos meses me descubrieron una novela de W. Gaddis "Las justificaciones" tremendamente interesante. Va a ser verdad que las mejores cosas de la vida son gratis (ex gratia vamos). Por cierto, gracias por rezar, me hace mucha falta.

Anónimo
23 de febrero de 2011 a las 13:45

Dr.J: Cité a van der Goes porque este verano me impresionó mucho el tríptico Portinaris en los Uffizi. Tenía ganas ed verlo a raíz del poemario "Las briznas" de J. Carlos Friebe. Escribí un poema -boceto- en la misma guí que llevaba. A ver cuándo vuelvo sobre él y escribo ese poema.
¿Yo he dicho algo de rezar? Sr. Dr.J: no sé quién eres, pero creo que debemos conocernos de la vida real. ¿Es así?
Antonio

Dr.J
23 de febrero de 2011 a las 19:26

¿La vida real?No, soy Jota Jota Bermúdez en facebook
No había dicho nada pero rece de todas formas
Errata: Las justificaciones es como yo la llamo, el título real es Los reconocimientos
Obsequio, una cita de Don Leonardo Castellani. Perdido en las masas occidentales en gran parte el fermento de la verdad cristiana y, peor aún, falsificado en parte y convertido en fermentum phariseorum, el pensamiento moderno y el hombre de hoy ha disociado e invertido los dos términos de la consigna cristiana "hay que trabajar como si el mundo fuera a durar siempre y saber que el mundo se puede acabar mañana"; en dos posiciones heterodoxas y contrapuestas, una agorera y otra eufórica: sabemos que el mundo no se puede acabar pero, todo es inútil y no se puede hacer absolutamente nada"
Es de 1951

Anónimo
23 de febrero de 2011 a las 21:11

Pues encantado, Dr. J: cuente con mi oración, ahora que ya quién es. Gracias por la cita, que, siendo de 1951, da aún mucho que pensar.

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