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Carta a Gonzalo
4 comentariosTambién Gonzalo Gragera ha sido este viernes finalista de la última edición del Adonáis. Uno celebra el triunfo de una amiga como Bibiana Collado, pero también este triunfo.
Porque Adonáis sigue siendo Adonáis. Y no es necesario apelar a las glorias pasadas que fueron maestros con el correr del tiempo. Podemos también acudir a las ediciones más recientes para encontrar allí nombres de algunos de los poetas jóvenes o de generación intermedia cuyo recorrido posterior considero verdaderamente interesante (por poner límites, me ciño a autores a partir del 2000: Pérez Azaustre, M. Ángel Curiel, Gómez Coronado, Javier Cano, González da Costa, J. Carlos Abril, Gómez Toré, Javier Vela, Antonio Aguilar, Martínez Ros, Jesús Beades, Carlos Vaquerizo, Raquel Lanseros, Juan Meseguer, Jorge Galán, Francisco Onieva, Pablo Moreno, Rubén Martín Díaz, Gutierrez Román, Vanesa Pérez-Sauquillo, Martha Asunción Alonso, Rocío Arana, Ángel Talián, Joaquín Moreno, Constantino Molina, Nilton Santiago... Seguro que esta lista es injusta en su memoria).
Y le digo a Gonzalo que lo suyo es un triunfo por varias razones, aunque ninguna tan importante como la tercera.
Primero, porque supone estar entre los mejores entre los jóvenes. Estar entre los mejores no significa ser mejor que nadie, pero sí apostar por alcanzar la excelencia con una ambición que no entiendo en términos mundanos, sino como necesidad de inscribirnos y aportar a una estela que es patrimonio de muchos y riqueza para todos.
Segundo, porque esto significa un camino bien encauzado -dada la trayectoria que ya conozco de Gragera-, y un camino que aún tiene mucho bueno por delante.
Tercero, porque a mí me toca ser lo que soy, por encima de cualquier otra apariencia o cualquier otra estrategia de marqueting o disfraz interesado. Es decir, me toca ser el cura y por eso me corresponde decir en voz alta que el fracaso es una de las experiencias humanas más engañosas.
En el libro de Job -patrimonio también intelectual- asistimos a la gran duda en la fe de un hombre: ¿por qué triunfan los malvados mientras al hombre justo Dios le envía enfermedades y sufrimientos incontables?
Fracasa quien no da lo mejor de sí. Fracasa quien en la lucha por el poder y el prestigio se alía con los falsos ídolos mundanos y quien traiciona sus principios pisando o dejando en el camino a sus hermanos. Fracasa quien pone el éxito por encima de la hermosa experiencia del fracaso luminoso, sapiencial, el que nos madura, el que nos hace realmente humildes y no utilitariamente humildes.
Fracasa -poéticamente- quien piensa que el don o el deseado don lo es sólo para sí: de la nada vino y para el prójimo pasó por mi vida.
Bien. Ya está sermoneando -dirán y han dicho-. Pero no. Hace poco se nos ha ido el amigo y poeta Adolfo Cueto. Pienso en la muerte. Egoístamente, en mi muerte. La edad y las enfermedades hacen que en algún momento ésta sea más que un temor o una certeza incluso. En mi caso, se trata de una presencia cotidiana, llena de esperanza y portadora de sabiduría. Y hasta con vanidad nos preguntamos, cuando se nos va un gran poeta, cómo querríamos ser recordados. En mi caso, prefiero ser recordado como un mediocre o incluso un mal poeta que, sin embargo, acompañó a un puñado de camaradas de oficio en al camino de no convertir en vinagre el vino de la palabra ebria. Que no tuvo ni dos versos decentes pero ayudó a quienes de verdad fueron bendecidos con el don de la palabra.
Por un extraño mecanismo perijorético, en teología se dice que no está plenamente el logos, que se relaciona con la inteligencia, si no está el pneuma (o la "ruah" hebrea), que se relaciona con el corazón. Pues eso.
Y esta carta (o chapa) a propósito de Gonzalo -perdóname- es una forma de hablar a solas. Pero todos lo recordáis: "quien habla solo, espera hablar a Dios un día". Todos sabéis quién lo dijo.
Toca recomendar el hermoso y sabio "La vida y algo más", de Gonzalo Grajera, que es a lo que veníamos:
http://elatril.dominicos.org/articulos/la-vida-y-algo-mas/