Sep
Carmina y el arte
4 comentariosUna persona culta podría echar mano de El Lazarillo o La Celestina para apuntalar un texto con la debida erudición pero difícilmente citaría Carmina o revienta sin pasar por burdo o paleto ante sí mismo o su auditorio.
Hoy han puesto en la tele la película dirigida por Paco León y, sí, no sólo es una cinta dentro de la más genuina tradición realista hispana: Carmina contiene un genuino aliento poético.
Esos monólogos con cámara subjetiva, al hombro, sin banda sonora, nos presentan el retrato de una forma de ser una de cuyas características es, precisamente, no tomarse demasiado en serio y presentar la realidad no desde el discurso sino desde el diálogo, aunque sea con uno mismo. Se trata de una forma de comedia bastante diferente que toma elementos del realismo artístico español con incursiones, sin marcar la transición, en el también peculiar surrealismo de vis hispana.
Recuerdo, por ejemplo, el diálogo de Carmina con su vecina y cómo esta le cuenta que cuando va a Madrid se hospeda en casa de Sofía, la Reina, concretamente en la habitación de Elena, que es una chica muy agradable y muy simpática, y que si Sofía se entera que ha ido a Madrid y no ha ido a su casa se enfada.
Y luego están esos ambientes, miserables y, a la vez, de hermosa fragilidad: el encuadre desencuadrado del jardín, la cocina en penumbra con cabra incluida, la orilla de la carretera y la brisa interfiriendo en la conversación. Los solitarios cables de la luz al atardecer.
La crítica de salón olvida a veces que nuestras obras maestras han nacido de la realidad más callejera. Pensemos en las viejas de Velázquez, en sus enanos dignificados, en sus mendigos y borrachos transmutados en dioses. Súmese a nuestros pícaros y celestinas literarios el mismo Alonso Quijano. Desvarío y realidad se ofrecen imbricados.
El arte cobra vida cuando sale de la biblioteca y la academia en busca de la calle y la vida para dejar luego en el papel o el lienzo testimonio de la vida de aquellos de quienes ni la academia ni la historia oficial darían cuenta. Lo que la historia con mayúsculas no recuerda ha de testimoniarlo la literatura o el cine; el arte desacomplejado.
En poesía a veces ocurre algo semejante: algunos de los mejores poetas del pasado siglo ni siquiera pasaron por la universidad. Todavía hoy parece que los sesudos currículos vitae, repletos de master y especializaciones, son una mágica carta de presentación que, en algunos casos, eso sí, ni siquiera consigue ofrecernos un puñado de versos para levantar el vuelo un palmo.
Como señala José Luis García Martín, la erudición y el artificio pueden ser una excelente manera de camuflar la falta de talento. Un director como Paco León, curtido en la comedia más televisiva y en los personajes más cutres, puede apostar todo su talento en una película barata con su madre y su hermana como protagonistas, ofrecerla gratuitamente y firmar una obra donde verdad y frescura se fusionan.
Como comentaba un amigo, si Carmina fuera danesa y la hubiera filmado Lars von Trier, sería una obra de culto.