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Blog El atril

Fray Antonio Praena Segura, OP

de Fray Antonio Praena Segura, OP
Sobre el autor

10
Jul
2013

Barbara

1 comentarios


Después de “La vida de los otros”, una de las mejores películas de la década pasada, responder a las expectativas sobre su nueva entrega no debía de ser una tarea fácil para Florian Henckel von Donnersmarck. Un artista tiene derecho a decepcionar, especialmente cuando ha dado una obra maestra.

 

 

Sin embargo creo que este director alemán ha elegido el camino mejor. Se ha olvidado de que ha realizado una obra difícilmente superable y ha seguido la senda más humilde volviendo a filmar en tono menor, sin retórica, una crónica mínima que, como suele suceder cuando hay algo verdadero que decir y se dice inteligentemente, arroja un mensaje universal.

 

“Bárbara” es la historia de una médico que ha estado encarcelada en la Alemania del Este por su oposición al régimen y que ha pedido salir del país. Mientras esta concesión llega –es decir: mientras ha de convencerse de que no llegará jamás- es destinada a un hospital infantil en una ciudad periférica donde cada uno de sus movimientos y palabras son controlados.

 

Con esta historia el director Henckel vuelve sin complejos al mismo contexto y la misma situación angustiante y sórdida de los últimos días de la RDA en que se desarrollaba “La vida de los otros”. Y todo sigue siendo igual de insoportable; hasta el punto de que llegamos a comprender la necesidad de suicidio de quienes no tienen ni libertad, ni historia propia ni posibilidad alguna de ser felices en ese contexto.

 

Sin embargo aquí es donde brilla el talento del cineasta. Lejos de ofrecer un relato de buenos y malos, de oprimidos y opresores –basta mirar sin subrayar nada- el mensaje mínimo que se nos queda dentro sin que nos demos cuenta, como en las verdaderas lecciones importantes de la vida, es que se puede elegir entre la felicidad personal y la felicidad de los otros. Que podemos no tener nada de lo necesario para vivir dignamente -lo cual no nos exonera de luchar por la libertad y la dignidad- y, sin embargo, aceptarlo con tal de estar del lado de las víctimas, paliar su dolor, ser útiles y ayudarles desde dentro mismo del horror, quedándonos en el horror mismo si es que eso es necesario.

 

Una película maravillosa, sin chantajes emotivos, sin retórica, sin banda sonora, sin sentimientos añadidos, sin efectos dramáticos. La recomiendo más que encarecidamente. Y me felicito de encontrar en Florian Henckel von Donnersmarck un artista verdadero con poca pose de artista, como debe ser; fiel a sí mismo, a lo pequeño, a la historia en minúscula.


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La niña que llora en tus fiestas
10 de julio de 2013 a las 23:55

Me quedo con el adjetivo mínimo. Será por deformación teatral, pero la limpieza de diálogo, la reducción al mínimo es tan importante.... Sólo basta un movimiento leve de labios, un desvío de la mirada, una bajada de hombros, una parada en seco... y has dicho todo. Llegar a esos niveles es llegar a lo máximo. Y con ello el director juega doblemente, porque decir una palabra de más podría ser el final de cualquier persona que vivió en la RDA. Me imaginaba cómo sería vivir sabiendo que mil ojos te vigilan y te escuchan, de cuantas artimañas habría que hacerse para poder sobrevivir y qué control emocional habría que tener para no llegar a desear la muerte.

En cuanto al trabajo actoral me quedo con ella. Su mirada es era para no perder detalle, su recorrido emocional a lo largo de toda la cinta es increíble, toda una lección.

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