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Arvo Pärt
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Ocurre que a veces encuentras un autor y te dices: ¿cómo no lo había descubierto antes? Permitid que parezca un ignorante, pero he llegado hace poco la música de Arvo Pärt y tengo la impresión de que estaba ahí, esperándome, conteniendo algo de mí fuera de mí que aguardaba a ser encontrado por mí mismo.
Arvo Pärt es un compositor estonio que ha transitado por varias de las diferentes corrientes musicales del siglo 20 hasta desarrollar un lenguaje musical propio gracias al cual ha alcanzado bastante popularidad, convirtiéndose su música en objeto de la atención no sólo de medios especializados sino también del gran público.
Lo que me llama la atención es que Arvo Pärt ha hallado ese estilo característico y su propia madurez creativa al encontrarse con la fe cristiana. Varias de las corrientes musicales en las que había militado se habían convertido en un callejón sin salida para su trabajo, hasta el punto de llevarlo a una crisis creativa que escondía, en el fondo, una crisis existencial. Reconciliado con su dimensión religiosa, ha desplegado la libertad y la inspiración para decir musicalmente lo que antes pujaba por ser dicho pero fenecía ahogado en los rígidos principios –que en el fondo esconden dogmas ideológicos- de las diferentes escuelas por las que había peregrinado.
Con esto quiero subrayar el hecho de que, incluso para un poeta, un compositor, un director de cine ateo o agnóstico, es enriquecedor acercarse a las fuentes del arte cristiano por la sencilla y profunda razón de que ellas siempre van de la mano de las cuestiones fundamentales de la existencia.
Si yo fuera artista, independientemente de tener o no fe -la cual es un don misterioso, la mayor revelación que puede redimensionar una existencia, el regalo más incalculable, cosa que sólo se percibe cuando se experimenta-, trataría también de abrevar en las fuentes artísticas que han manado de esta fe a lo largo de la historia por la fértil razón de que me conducirán a las cuestiones más humanas y me regalarán un torrente de creatividad que, a su vez, me acercará a la sed del corazón de todo hombre, crea o no crea.
Y, para muestra, dos simples clics.