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Arte, turismo y espectáculo
1 comentariosPor motivos de trabajo tenemos la suerte de encontrarnos por dos meses en la ciudad de Florencia. Hemos aprovechado la ocasión para visitar los monumentos y las obras de arte que jalonan esta ciudad y que son parte de las más relevantes para comprender el desarrollo del Renacimiento. Tras el momentáneo embeleso al contemplar, por ejemplo la catedral con su majestuosa cúpula de Brunelleschi, nos invadió un sentimiento desagradable que volvimos a experimentar en otros puntos de la ciudad: la sensación de encontrarnos en una ciudad escaparate que se muestra ante una multitud informe de seres humanos que, ora se ordena ansiosamente en filas, ora se disuelve imprevisiblemente ante un cuadro o una escultura. En este sentido, hemos sentido más estremecimiento espiritual en la Fundación Beyeler de Basilea o ante una obra de Mondrian en el Stedelijk Museum de Ámsterdam que ante una obra de Leonardo en los Uffizi.
Los griegos nos enseñaron que el contexto de la obra de arte es parte de ésta. Si consideramos la proliferación del turismo de masas (al cual todos tenemos derecho), la difícil sostenibildad de las grandes ciudades (en Florencia el automóvil es el rey e incluso circulan automóviles y autobuses por una parte de la Catedral, que por cierto se encuentra tristemente ennegrecida por la contaminación) y el factor económico que sitúa la actividad turística como esencial para ciertos países y ciudades, nosotros nos preguntamos: ¿Qué nos queda del arte? ¿No se está impidiendo que podamos disfrutar de todas las dimensiones del arte, incluyendo la dimensión espiritual o religiosa? ¿No se está transformando el viajar en una simple conducta de consumo? Ante esta situación ¿cómo es posible sentir el estremecimiento existencial o el impulso a orar ante una piedad de Miguel Ángel o ante una Anunciación de Filippo Lippi? ¿Estamos matando el Arte?
Afortunadamente todavía sobreviven en Florencia lugares donde es posible disfrutar de una mínima tranquilidad, entre otros la Basilica de San Miniato y el Convento de San Marcos donde se puede sentir el recogimiento de las celdas donde Fray Angélico pintó sus famosos frescos con el fin de ayudar al crecimiento espiritual de sus hermanos.
Ana Rodríguez y Javier Saavedra.