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Amor, amor...
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Me gustaría saber por qué, pero no. Por qué, precisamente en los tiempos que corren, vuelve el personal a escribir sobre el amor. Poetas que me importan y que no me suelen dejar indiferente vuelven con intensidad al amor. Y mira que si hay algo peligroso en poesía es escribir de amor, que está todo dicho, que es un terreno minado de cursilerías, lugares comunes, vacías hipérboles e imágenes ñoñas. Pero, aun así, sorteando estos escollos, hay quien se atreve a ello, como Manuel Vilas –no suele dejarme indiferente- que escribía esto en facebook:
Hasta el Amor es una construcción cultural. Mira que para que yo diga eso, que Vilas diga eso. En ese sentido, el Cristianismo fue un Top Gun del Amor. Para demostrar que el amor no era una construcción cultural, es decir, un pacto social de carácter civilizador, Cristo se dedicó a amar lo imposible de amar: leprosos, prostitutas, ladrones, escoria. Pero no tuvo éxito porque eso solo era literatura, una perfomance judía de carácter preliterario, eso era. (…)
El pobre Nietzsche se murió pensando que superaríamos las construcciones culturales algún día; a eso lo llamó el Superhombre.
Me gusta Vilas porque tiene algo que decir. Sólo una lectura estrecha sería capaz de escandalizarse con sus provocaciones que, en el fondo, no lo son tanto y que –y creo que él lo sabe, si es que existe- no son sino una mirada a lo que verdaderamente importa desde un ángulo diferente y distanciado.
Y sí. Creo que da en el clavo: el amor de Cristo se caracteriza por lo desmedido e ilógico. Digo ilógico como si dijera sobrenatural. Y sin rédito alguno en una estrategia social. Escandaloso, vaya. Hasta injusto, me atrevería a decir, si suponemos que la justicia ha de ajustarse a alguna medida, a lo debido.
Creo que von Balthasar acertó también de pleno al decir que la belleza del amor reside en su inutilidad. Nos salimos, de ese modo, hasta de nosotros mismos y de lo que podemos decir. Una razón más para definir a Dios como amor, sin más.
Por el amor se rompen hasta las lindes de lo que ha sido para nosotros la vida. Esa rotura es la más aproximada experiencia en vida de lo que habrá de ser la muerte. Quizá la única manera de acercarse a la muerte antes de la muerte.
En mi próximo libro lo digo así en un verso:
“No sabe del amor quien vuelve vivo”.