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Blog El atril

Fray Antonio Praena Segura, OP

de Fray Antonio Praena Segura, OP
Sobre el autor

27
Jul
2017

"Accidente"

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Camino Román

[Como anunciábamos en el artículo anterior, continuamos compartiendo la presentación de los Adonáis 2016 que celebramos recientemente con la presencia de los tres autores.] 

“Accidente”, de Camino Román 

“Accidente”, de Camino Román, nos demuestra que se puede escribir una poesía joven, fresca y contemporánea que, a la vez y sin detrimento, busca nuevos cauces de calidad.

Nacida en Veguellina de Órbigo (León) en 1981, Camino es licenciada en Bellas Artes por la Universidad de Salamanca. Se dedica a la enseñanza artística, a la vez que elabora su propia obra pictórica habiendo participado en diversas exposiciones. La última de ellas, “Todo está mal”, en 2016. Traemos este dato porque explica en parte su poesía: el arte contemporáneo exige un discurso cada vez más elaborado (adivinamos en ello los ensayos estéticos de Danto) y, en esa circunstancia, la pintura llevo a Camino a la poesía.

Tras un poemario online, “<3<3" en 2014, cuenta con otro libro en papel: "Una foto de un lugar que visitaste" (Ediciones Ochoacostado, 2016). “Accidente”, accésit de Adonáis, nos sorprende desde el primer instante por la originalidad de su lenguaje y por una imaginería que, inmediatamente, nos traslada a otros registros artísticos y nos anima a la aventura de ensanchar nuestra relación con el lenguaje a lo largo de un sostenido ejercicio de imprevisibilidad que, lejos de abrumarnos con rarezas, muestra precisamente cómo la creatividad, cuando es exigente, conecta con asuntos universales a través de lo más cotidiano; con cuestiones últimas sin tener que ponerse trascendentales; con el fondo del corazón sin tener que pasar por la grandilocuencia.

Hay dos voces en “Accidente” y ese es el gran hallazgo de Camino Román. Por un lado, está la voz que discurre por el color, la espontaneidad, el ritmo y los destellos de la vida contemporánea. Es una voz que parece y es divertida, sencilla, pop y agradablemente superficial. Pero, inmediatamente, esa facilidad no puede contener una sensación de amenaza, una intuición de zarpazo agazapado en la digitalidad. Es entonces cuando se abre su otra voz, la que nos habla, en realidad, de la humana soledad, del desamor, de la incomunicación, de la sustitución del espacio real por el espacio virtual.

El logro y la aportación de este libro es, precisamente, su capacidad para articular sincrónicamente los dos registros y para atraparnos donde menos parecía, pues, en el mismo divertimento, nos da un golpe de terror o de gracia, como en esos tiovivos de feria donde el brillo acharolado de los caballos y los muñecos encierra, a la vez, un espanto sin posibilidad de discontinuidad.

Camino conoce la estética del mundo virtual y cómo, en la luminosidad de sus pantallas, el espacio real ha sido sustituido por el espacio virtual, la vida por su videojuego, la persona por su avatar. Y claro, al final hasta el llanto importa con tal de que sea rentable. Lo que haya detrás, que cada uno se lo coma a solas.

¿Por qué, en el mundo más intercomunicado entre los mundos pensables, estamos, finalmente, tan solos? Porque estamos solos “como los árboles que siempre están solos / libertad lo llamamos a veces / para reconocernos aunque nadie nos reconozca.”

El presente poemario es un testimonio precoz de esa generación que comienza a descubrir la trampa de las redes, la viscosidad de una pantalla de plasma en la que, al fondo, estamos atrapados, pues sus respuestas sólo sirven para una vida virtualmente fallida.

Parece la generación que descubre que su libertad se ha reducido a una aplicación para Android y que hay muchos perfiles falsos en las redes. La que descubre cómo el arte ha renunciado a los dogmatismos para caer paralizada ante el dogma absoluto de un yo absoluto recluido en el yo virtual de verse a sí mismo vivir y, sin embargo, no sentirse vivo.

Camino ha escrito para nosotros el libro de una generación que comienza a preguntarse “Y después, ¿qué?”.

“Accidente” es un libro que aspira a molestar a alguien. Porque, al final, aspira, -lo confirma ella- al amor.

El valor de nuestra artista consiste en adentrarse en estas cuestiones últimas sin plantearlas como cuestiones últimas. Ni siquiera como cuestiones. Su aportación consiste en deslizarse y deslizarnos por una estética pixelada con sus mismas armas, como si nada, como quien ha aceptado el juego para inocular en el videojuego el virus que un día habrá de bloquearlo.

Si en la desprogramación de este universo estará implícita también nuestra propia aniquilación, es algo que la poesía y la obra pictórica de Camino Román no dejará de contarnos en su momento. Estamos avisados.

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