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Blog El atril

Fray Antonio Praena Segura, OP

de Fray Antonio Praena Segura, OP
Sobre el autor

15
Ene
2007

¿A QUÉ LLAMAMOS TRANSCEDENTE?

3 comentarios

Para vaciar la palabra trascendencia de sentido, nada mejor que usarla para todo. Cada vez que la leo siento un inocente vuelco interior. Y luego, nada: el artista trascendente a veces no es más que un ser enroscado sobre sí mismo. Un cuadro trascendente a menudo no es más que un cuadro ininteligible, inaprensible, inexperimentable, in-sensible. Pero afortunadamente no todas las obras inaprensibles y supuestamente transidas de trascendencia son un fake.

Muchas obras incomprensibles tienen la facultad de despertar en nosotros algo infinitamente dormido. Y hasta pueden irrumpir como un rayo que viene del mundo de los vértigos, de donde todo es otra cosa. Entonces sí: la capacidad trascendente de la obra lleva la iniciativa porque a su pulsión o frecuencia de onda todas las demás cosas palidecen y musitan asombradas. Y nosotros quedamos como sonámbulos en una noche de exceso de luz.

Aterrizando: abro culturales. En el MACBA se proponen ahora repensar a Palazuelo. Pablo Palazuelo es uno de los artistas mas inclasificables de la segunda mitad del s. XX en España. Su obra arranca de la abstracción y el constructivismo para ir adentrándose en un lenguaje cada vez más intransferible, reconocible a simple vista... Palazuelo pretende, con su pintura y escultura, hacer visible lo invisible.

Para algunos sus diseños son puras formas sin contenido. Para otros su discurso es pura retórica.Otros advierten que la obra de Palazuelo sólo responde a quien pregunta y esta pregunta es ajena al mismo autor. Sin embargo, la mayoría habla del carácter trascendente de su arte: una manera de acercarse al misterio y a lo invisible.

Y otra vez el vuelco inconsciente: ¿misterio o enigma?, ¿invisibilidad o hermetismo?, ¿mística o delirio?...

Resulta curioso que, junto a Tapies, en el panorama artístico español, Palazuelo quiera mantener expresamente identificados arte y trascendencia... A este respecto comenta un crítico de la exposición que ese arte del misterio responde quizá a una necesidad espiritual más profunda, una vez que la filosofía, la religión, la teoría estética, se han vaciado de contenido.

¿Verdad o mentira? ¿Oportunismo u honradez? ¿Qué les parece? ¿Qué podemos hacer los cristianos? ¿No hacemos el ridículo cada vez que pensamos que cuanto más prosaicos, pedestres, menos místicos, menos simbólicos, más mundanos... estamos más cerca del hombre de hoy?

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lola
18 de enero de 2007 a las 10:02

el ridiculo no se hace por eso, ni micho menos, el ridiculo lo hacemos cuando por cobardia dejamos de ver en el otro, lo que realmente es, el sacramento de Jesus, Jesus mismo...lo demas todo sobra, como dices, hasta las palabras

Javier
19 de enero de 2007 a las 20:35

Ridículo no se hace, sino algo peor. Se comete un grave error cuando nos olvidamos del poder de los símbolos y despreciamos la dimensión mistérica del Ser Humano. Los seres humanos son capaces de dejarse morir o matar por un símbolo. Los símbolos influyen directamente en nuestras conductas, forman parte de nuestra vida diaria y pueden ser fuente de conflictos o de soluciones. Para acercarse a los hombres es necesario comprender los símbolos que dan sentido a su vida, en caso contrario no podremos cambiar nada. No olvidemos que en un principio fue la Palabra.

Un abrazo

LMDN
20 de enero de 2007 a las 13:16

En mi opinión, hacemos el ridículo cuando olvidamos lo que somos para aspirar a ser aceptados por “el ambiente” o por “lo progre”. El “arte del misterio” que responde a la “necesidad espiritual … una vez que la religión se ha vaciado de contenido” (léase con voz hueca y fondo de violines) no sólo niega a Dios, sino que se desentiende del hombre. Hay mucho vanidoso, engolado y narcisista en el “arte transcendente” que desconoce lo que niega y niega lo que desconoce. Ese no es nuestro lugar. Nuestra transcendencia ha de ser buscada partiendo de lo contemplado. Los “resplandores” artificialmente amplificados ciegan el verdadero “esplendor” puesto en nuestro fondo, luz tan tenue como veraz, tan ardiente como serena, tan cálida como tierna; tan ignota como cercana …, que ha de manar desde dentro hacia fuera. Este es el proceso creativo que nunca se desentenderá de lo humano.

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