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...y ya no ser el mismo
1 comentariosAnoche pusieron en la tele Retorno a Hansala, de la directora Chus Gutiérrez. Fue una de esas películas que, justo cuando vas a ir a la cama, te encuentras y te engancha. La verdad: me alegro. Una película sincera, emocionante y andaluza.
El dueño de una funeraria es requerido para devolver el cadáver de uno de los muchos inmigrantes que intentan llegar a las costas andaluzas y pierden la vida en el intento. Es la hermana del chico la que solicita el servicio y ella misma acompaña al trabajador en este viaje hasta una aldea, Hansala, perdida y pobre en el Atlas marroquí. Tras el viaje, el funerario ya no será el mismo. Su vida ha dado un secreto giro interior que le llevará a abordar sus problemas sentimentales y laborales de una manera distinta.
El drama de la inmigración, las condiciones de origen de los pateras… Volver para no ser el mismo: sobre todo eso.
Y es que de algunos viajes se retorna completamente transformado. Algo parecido nos ocurre más veces de las que pensamos. El fin de semana pasado mi poeta preferido, el que por el momento me parece el mejor, me invitó a pasar un día con él. Era el novamás: un día entero para ti solito con el poeta que más admiras, cuyas obras has leído todas. La noche anterior no dormí pensando en la cita. La noche siguiente no dormí repasando cada conversación. Él había ido a Murcia para una conferencia y pasaría el finde en Benidorm. Yo estaba en Valencia: vente, si eres poeta. Así es que la cosa estaba servida.
-Dudo si llamar al libro “Actos de amor” o “De la misericordia corporales”
-No esperes que yo te lo diga. ¿Qué pasa?, ¿te da miedo llamarlo “Actos de amor”? Nadie puede poner el título por ti. Te autocensuras. Tú eres el que te tienes que creer que eres bueno. Eres capaz de hacer locuras, como venirte aquí, así, de improviso, porque sí. Si no se arriesga no se es poeta…
-¿Sabes? con el tiempo las aventuras “fuera de sitio” se convierten en los momentos míticos de nuestra vida
-tú las llamarías experiencias de Dios
-sí. Bajo la forma de la nada.
Dos días después del encuentro le envié el libro, adjunto en un correo. En el mensaje sólo le decía: esta es mi apuesta.