Dic
...como lágrimas en la lluvia
4 comentarios
Hace un par de semanas publicaba un suplemento periodístico los vaticinios de 6 cerebros privilegiados acerca de nuestra vida en el año 2050. Resultaba interesante teniendo especialmente en cuenta que no se trata de meras conjeturas imaginarias sino de una prospectiva desde la realidad científica y tecnológica del presente.
Me llamó especialmente la atención eso de que para entonces habremos perdido la guerra contra las máquinas. Es decir, los (ordenadores? androides? robots?) harán nuestro trabajo, serán el amigo que mejor nos conozca, mantendrán con nosotros conversaciones desde una profunda empatía con nuestra personalidad, nos darán las respuestas más adecuadas, pondrán vernos, escucharnos, sugerirnos…
No hay más que hacer un poco de memoria y acudir a libros, películas, documentales y reportajes de hace 2 o 3 décadas para carcajearnos de cuanto allí se profetizaba sobre el hoy que vivimos y pensar que algo semejante ocurrirá a quienes vivan en 2050 y tiren de archivo para leer lo que en 2013 se pronosticaba para entonces, para el mundo y la vida que será.
No me causa inquietud alguna pensar que habrá máquinas igual que los humanos. Ni siquiera este reportaje me invita a plantearme qué será lo específicamente humano una vez sean una realidad estos seres que piensan, comunican, crean arte y poesía y hasta casi sienten. Sean lo que sean, nada serán que no haya creado el ser humano. Una prolongación del mismo en microchips (seguro que los microchips son una antigualla en 2050).
Estas cosas más bien me ayudan a adelgazar mi alma y admirar el acto de la creación de Dios que quiso un ser humano capaz de alejarse de él. El amor se mide por la magnitud de libertad que engendra. Pues ¿seremos capaces de otorgar a estos androides la capacidad de alejarse de el ser humano, su artífice y creador? Estando programados para escucharnos, ayudarnos, aconsejarnos y amarnos ¿los amaremos nosotros sin sentir hastío de nosotros mismos? Es decir ¿estaríamos dispuestos a morir por ellos? ¿Creeré en sus elogios, en sus críticas? ¿Tendrán infancia; tendrán muertos? ¿Me tragaré sus lágrimas?
No lo buscaba, pero creo haber encontrado algo: el misterio, no sé dónde ni como, forma parte de lo humano. Me define. No sé a ustedes.