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La patria del hombre
2 comentarios“La patria del hombre” comienza una noche de lluvia. Una madre y sus dos hijos escapan de los golpes de un hombre. En brazos, el bebé. Junta a ella, el narrador de este libro: “salté para sujetar el puño enorme de aquel hombre (…). Un niño no debe permitirse ver sufrir a su madre así. Debe hacer algo al respecto, si no qué clase de hijo sería”.
La contraportada de los relatos que Cristian David López (Lambaré, Paraguay, 1987) nos regala apunta el claro trasfondo de este libro. Hay escritores a los que les molesta que les pregunten si lo que ha escrito, verso o prosa, es biográfico, “si eso les ha sucedido”. Y la incomodidad se debe a que la respuesta es más compleja por lo sencilla: se trata de un acto literario. Su verdad no depende de biografía o historicidad alguna.
Este conjunto de relatos, que bien puede constituir una novela cuya trama queda completamente abierta a la voluntad del lector, nos habla de una infancia de abandono, hambre y miedo. Pero, y sobre todo, de solidaridad y acogida como tabla de salvación y trampolín hacia un futuro de consentida y esforzada opción por la esperanza.
En ese sentido, los relatos nos ayudan a comprender la obra de Cristian David de la que tenemos noticia, más concretamente su labor de coeditor y traductor de “Cantos guaraníes / Guaraní purahéi” (Impronta, Gijón, 2012), una delicada recopilación de la que ya dimos cuenta en esta página. Y es que en la infancia del protagonista de estos retazos de vida, juegan un papel determinante los cantos y los cuentos. Todo un homenaje a la vocación vital de la literatura.
Entre ese primer relato en que la noche lloraba junto a la madre de Dani, el protagonista, y su última huida para poder seguir estudiando han transcurrido once años en “La Congregación”, una comunidad religiosa que fue creciendo en el sur de América Latina hasta crear poblados y poblaciones de ayuda y autoabastecimiento siguiendo el ideal del cristianismo primitivo. Esos once años son la Patria del autor y ponen al lector frente a la importancia de su propia infancia. Una historia local y personal es la que posee siempre más fuerza para convertirse en universal.
Como quien no quiere la cosa, estos relatos también enriquecen la lengua española con el color del guaraní. Una hermosa aportación filológica que, en el estilo de Cristian David, tiene el buen tino de no pasar por tal.
Existen (al menos) dos formas de inocencia. Aquella que no posee conciencia de sí misma y aquella que nos obligamos a conservar con uñas y dientes. El estilo de estos relatos se adscribe a ésta última. Porque no nos engañemos. “La patria del hombre” no es una ingenua ficción o reconstrucción del pasado. Es un consciente ejercicio de creación cuya premisa podríamos simplificar así: atravesar las miserias con la luz intacta en los ojos. Transformar en gracia la desgracia con el poder de la palabra. Para eso sirve la literatura. También.