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Blog El atril

Fray Antonio Praena Segura, OP

de Fray Antonio Praena Segura, OP
Sobre el autor

9
Dic
2013

...como lágrimas en la lluvia

4 comentarios


Hace un par de semanas publicaba un suplemento periodístico los vaticinios de 6 cerebros privilegiados acerca de nuestra vida en el año 2050. Resultaba interesante teniendo especialmente en cuenta que no se trata de meras conjeturas imaginarias sino de una prospectiva desde la realidad científica y tecnológica del presente.

 

 

Me llamó especialmente la atención eso de que para entonces habremos perdido la guerra contra las máquinas. Es decir, los (ordenadores? androides? robots?) harán nuestro trabajo, serán el amigo que mejor nos conozca, mantendrán con nosotros conversaciones desde una profunda empatía con nuestra personalidad, nos darán las respuestas más adecuadas, pondrán vernos, escucharnos, sugerirnos…

 

No hay más que hacer un poco de memoria y acudir a libros, películas, documentales y reportajes de hace 2 o 3 décadas para carcajearnos de cuanto allí se profetizaba sobre el hoy que vivimos y pensar que algo semejante ocurrirá a quienes vivan en 2050 y tiren de archivo para leer lo que en 2013 se pronosticaba para entonces, para el mundo y la vida que será.

 

No me causa inquietud alguna pensar que habrá máquinas igual que los humanos. Ni siquiera este reportaje me invita a plantearme qué será lo específicamente humano una vez sean una realidad estos seres que piensan, comunican, crean arte y poesía y hasta casi sienten. Sean lo que sean, nada serán que no haya creado el ser humano. Una prolongación del mismo en microchips (seguro que los microchips son una antigualla en 2050).

 

Estas cosas más bien me ayudan a adelgazar mi alma y admirar el acto de la creación de Dios que quiso un ser humano capaz de alejarse de él. El amor se mide por la magnitud de libertad que engendra. Pues ¿seremos capaces de otorgar a estos androides la capacidad de alejarse de el ser humano, su artífice y creador? Estando programados para escucharnos, ayudarnos, aconsejarnos y amarnos ¿los amaremos nosotros sin sentir hastío de nosotros mismos? Es decir ¿estaríamos dispuestos a morir por ellos? ¿Creeré en sus elogios, en sus críticas? ¿Tendrán infancia; tendrán muertos? ¿Me tragaré sus lágrimas?

 

No lo buscaba, pero creo haber encontrado algo: el misterio, no sé dónde ni como, forma parte de lo humano. Me define. No sé a ustedes.

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Dr.J
10 de diciembre de 2013 a las 18:54

Pues, querido Antonio, espero que hayas pasado un buen día de la Inmaculada, yo lo pasé leyendo el "Jesús de nazaret" de Ratzinger/BXVI que no es mala forma. He encontrado que me define mi condición de criatura, me siento próximo a esos engendros biomecánicos porque sé que por mí mismo nada puedo, siempre que me creído autosuficiente me he llevado el gran tortazo.
Efectivamente cuando algún ingenioso ingeniero de estos mande a su Hijo a morir para salvar a los robots el fenómeno empezará a ser interesante. Pero, aunque la pregunta es larga para un comentario de blog: como artista ¿en qué relación pones tus actos de creación poética (actos de amor al cabo) con el Acto real de Creación y Amor de Dios hacia lo creado? Un abrazo

Antonio Praena
11 de diciembre de 2013 a las 14:58

Pues amigo Dr.J:
La verdad es que el acto del Creador es tan sublime, que sólo en una analogía de proporcionalidad muy desemejante puedo compararlo con lo que yo hago como autor. La verdad es que si he escrito algo que pueda ser considerado más o menos artístico lo siento como algo que no depende mucho de mí. Yo pongo lo menos. Doy mucha más importancia al poema concreto, al objeto, que al autor.
Dios es dueño de todo lo que crea, hasta en el sumo grado de otorgarle libertad para alejarse de su autor y para volverse contra él (este es un misterio más para contemplar que para razonar). Pero el poeta, yo en mi caso si es que lo soy, creo que es alguien que encuentra algo que se dice a través de su trabajo, esfuerzo y docilidad. Pero la primacía sigue perteneciendo a algo misterioso que quiere decirse de por sí y desde sí.
Es cierto que al crear algo -sea un poema o una espuerta de pleita- participamos de esa semejanza con el creador, que en nosotros se concreta en arte o en otras muchas facetas. Pero ese don lo es para todos: todos tenemos la capacidad de crear cosas buenas, justas, hermosas, aunque tantas veces permanezca en desuso.

Celeste
11 de diciembre de 2013 a las 15:54

Todo narrador sabe que los personajes, cuando son auténticos, cobran vida propia y te llevan por caminos inesperados. El escritor valiente explora esas nuevas vías con el personaje. Y aquí termina mi breve explicación como "cuentista" (en el buen sentido del término).

Anónimo
11 de diciembre de 2013 a las 18:45

¿Como los personajes de Pirandello, en busca de autor? O como el personaje de Unamuno que se vuelve contra su autor también. Es un bonito tema de la literatura. En todo caso, me sorprende el hecho de que, por un lado o por otro, aparece el acto de la creación y nos lleva a pensar en algún momento en un Creador con mayúsculas y en un momento primigenio.
Antonio Praena

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