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Oct2015Delirium tremens
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Oct

(…) te quiero hablar de cosas que amanecen / al borde de la huida:/ naranjas, barbitúricos,/ extintores de incendios/ o pájaros que ceden a la profanación./ Morir es lo de menos/ si tienes un testigo que te salve/ de tu delirium tremens.
 Así se nos presenta en la solapa esta recién aparecida antología personal de Katy Parra. Se trata del primer volumen de una colección que, con total desinterés económico, con valentía y, en cierto modo, contra modas y corrientes, han lanzado la editorial Raspabook y la Colección Malanoche. Tapa dura, papel joya e ilustraciones. Ya se sabe: en tiempos de crisis, echemos la casa por la ventana. El resultado es, por tanto, un lujo literario y táctil.
 Como se apunta desde el título y subraya el prólogo de Pilar Verdú, desde los primeros libros de Katy hay locura, psiquiatras y esquizofrenias. Delirios, borracheras de amor y desengaño. Pero, y aquí lo significativo, expresados con tal claridad, distancia e ironía que, lo que en manos de otro vate resultaría patético, en los versos de Katy es demente lucidez y precisión del caos.
 Porque eso es lo que no podemos perder de vista. Estamos ante unos versos de corte impoluto y unas estructuras de patronaje impecable, resultado de un don infrecuente y de un trabajo concienzudo que premeditadamente se hace pasar por naturalidad. Katy se ha formado a sí misma fuera de los círculos académicos. Y, sin embargo, como completa desconocida, algunos de los libros cuyos poemas se espigan en esta antología se alzaron, contra pronóstico, con alguno de los premios más prestigiosos de habla hispana. Esa sí es justicia poética.
 Desde su primer libro, “Síntomas de olvido”, hasta los inéditos más recientes, pasando por “Coma idílico” (Hiperión) y “Por si los pájaros” (Visor), esta antología debería servir para redescubrir y poner en su justo valor la trayectoria de Parra. Acierta Raquel Lanseros al señalar en los preliminares que los versos de Katy están cargados de hondos hallazgos que desgrana sin esfuerzo, desplegando un universo moral que siempre se posiciona de parte de la libertad.
 Con una elegancia desprovista de imposturas, Katy Parra transita por los entresijos del alma sosteniendo la dignidad tanto en los oscuros abismos como ante sus cumbres doradas; soslayando palabras como susurro, siempre, soledad, sueño, ternura o sentimiento y dignificando otras como abrelatas, horquillas, contramuslo o crecepelo. Mostrando el milagro escondido en las cosas cotidianas. Haciendo soportable la amarga realidad.
 Sólo resta rogarle a Catalina Parra Carrillo que comience un día a escribir su biografía. Sería la explicitación y el reverso que se intuye en su poesía. Así como la forma de conducir a la carcajada los amargos insomnios compartidos.
  

 No voy a tratar de las clases de religión, porque lo que me pidieron para este blog es hablar de cultura. Tampoco del ex ministro Wert. Pena que en este país cultura y educación anden atrapadas en las redes de la política, cuando es urgente un pacto de estado.
No voy a tratar de las clases de religión, porque lo que me pidieron para este blog es hablar de cultura. Tampoco del ex ministro Wert. Pena que en este país cultura y educación anden atrapadas en las redes de la política, cuando es urgente un pacto de estado. Es lo que tiene el tiempo; que, sea lo que quiera que sea, nos enfrenta a nuestra limitación. Hasta aquí ha llegado una etapa de mi vida. De lo que haya de venir después, si algún proyecto nuevo ha de venir, de momento no hay más que intenciones y muchas ganas.
Es lo que tiene el tiempo; que, sea lo que quiera que sea, nos enfrenta a nuestra limitación. Hasta aquí ha llegado una etapa de mi vida. De lo que haya de venir después, si algún proyecto nuevo ha de venir, de momento no hay más que intenciones y muchas ganas. Fiel a su cita con la historia de la poesía en español, el Premio Adonáis sigue descubriéndonos voces que dejan de ser una joven promesa para incorporarse con excelente calidad al panorama poético de nuestra lengua.
Fiel a su cita con la historia de la poesía en español, el Premio Adonáis sigue descubriéndonos voces que dejan de ser una joven promesa para incorporarse con excelente calidad al panorama poético de nuestra lengua.
 Durante uno de estos últimos viajes, he visto alguna película española de la década de los ochenta o noventa. Se escuchaba muy mal, y no precisamente por problemas técnicos, sino por una costumbre que se puso muy de moda en esa época: hablar con naturalidad, una supuesta naturalidad. Se trataba de dejar fluir la voz sin interpretar demasiado, que no pareciera académico. Era una forma de alejarse de la interpretación de otras décadas en las que los actores “diccionaban” como si estuvieran en una película. El giro estilístico respondía no sólo a criterios artísticos; era también reflejo de los cambios sociales que se vivían en España. El resultado de esa naturalidad nada natural es que hoy –y supongo que entonces- no se entiende lo que dicen los actores.
Durante uno de estos últimos viajes, he visto alguna película española de la década de los ochenta o noventa. Se escuchaba muy mal, y no precisamente por problemas técnicos, sino por una costumbre que se puso muy de moda en esa época: hablar con naturalidad, una supuesta naturalidad. Se trataba de dejar fluir la voz sin interpretar demasiado, que no pareciera académico. Era una forma de alejarse de la interpretación de otras décadas en las que los actores “diccionaban” como si estuvieran en una película. El giro estilístico respondía no sólo a criterios artísticos; era también reflejo de los cambios sociales que se vivían en España. El resultado de esa naturalidad nada natural es que hoy –y supongo que entonces- no se entiende lo que dicen los actores. Debe de ser cosa del paso del tiempo, pero la verdad es que, llegados a cierto punto -cuando se llega a cierto punto si se llega a cierto punto- comenzamos a hallar cada vez más plenitud en las cosas que no sirven para nada. Hay cosas que, aunque son muy útiles y hasta humanamente rentables, tienen su valor precisamente en el hecho de no servir para nada.
Debe de ser cosa del paso del tiempo, pero la verdad es que, llegados a cierto punto -cuando se llega a cierto punto si se llega a cierto punto- comenzamos a hallar cada vez más plenitud en las cosas que no sirven para nada. Hay cosas que, aunque son muy útiles y hasta humanamente rentables, tienen su valor precisamente en el hecho de no servir para nada.  Asunción Escribano
Asunción Escribano También para estas cosas sirve Facebook, para estar de pronto conversando con alguien que, de puro mito, pensabas que no existía.
También para estas cosas sirve Facebook, para estar de pronto conversando con alguien que, de puro mito, pensabas que no existía.
