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Blog El atril

Fray Antonio Praena Segura, OP

de Fray Antonio Praena Segura, OP
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15
May
2018
He visto el Amor
1 comentarios

He visto...

Ya lo dice Björk en esa mítica escena de “Bailar en la oscuridad”, cuando, descubierta su grave falta de vista, preguntada por el hombre que la ama si le da igual, si no piensa hacer nada para evitar una ceguera inminente, ella responde: “Ya lo he visto todo. He visto la oscuridad. He visto una pequeña chispa.”

Es la escena del tren en marcha sobre el que Selma (Björk) danza. Ya ha decidido en su interior que el dinero ahorrado durante toda su vida está destinado a operar a su hijo para evitar que sufra la misma enfermedad por la que ella es ya prácticamente una invidente.

“¿No te importa perderte la gran muralla China, el Empire State, la mano de tu nieto acariciando tu pelo?”. Y ella responde: “He visto lo que elegí. He visto lo que necesité. Y eso es suficiente. Desear más sería avaro. He visto lo que era y sé lo que seré”.

Si a esto le unimos el mensaje sacrificial de la película (es un paralelo a la vida Cristo), y esa jarra de agua fría que nos dice que muchas veces la injusticia y la mentira triunfan pero que no pasa nada, porque el bien, la entrega y la bondad no pueden ser comparadas con ninguna otra cosa y justifican nuestra vida entera, podremos llegar a sentir la felicidad incluso en las circustancias más adversas.

Ese es el milagro de la desconcertante película: que todo salga mal pero que todo esté bien. Porque lo más importante es lo que el corazón ha visto, lo cual es una forma de entregarse que el mismo corazón tiene.

Hay momentos en la vida que nos hacen volver la mirada hacia atrás y en los que, si echamos también la vista hacia adelante, nos parece que todo ha sucedido como si nada hubiera sucedido. Porque lo importante es invisible a los ojos y sólo permanece lo que ha visto el alma.

Quizás es este uno de esos momentos. 

Un paréntesis me obliga a detenerme mientras pergeño otras palabras, las que habré de pronunciar en gratitud al... (bueno, esto da igual). En el paréntesis se abre un claro y en ese claro recuerdo que, hace apenas unos años, sólo deseaba llegar a los 40 con un puñado de poemas que, como agua en las manos, tuvieran más o menos sentido. La vida ha sido generosa, con avaricia generosa más allá de lo siquiera imaginado. Y en el paréntesis se escucha una voz que, no sin severidad y contundencia, me dice: “todo eso es nada, no lo olvides, porque sólo cuenta lo que tu corazón ha visto.”

Entonces el contador se pone a cero. Con la diferencia de que ahora es una cuenta atrás.

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14
Mar
2018
Serán las madres las que digan: basta
4 comentarios

Girasoles

Ha habido sobre exposición mediática y algunas cadenas de televisión han traspasado los límites de la ética periodística convirtiendo el trágico suceso en un espectáculo sobre el que se vertían todo tipo de bulos, comentarios banales, informaciones falsas y detalles morbosos que inmoralmente buscaban audiencia.

Por ello, lo importante es quedarnos con la altura moral de Patricia, la madre del pequeño Gabriel, con su grandeza de espíritu al pedir que tras el dramático asunto no quede sentimiento alguno de rencor, venganza u odio, pues los hechos demuestran la generosidad de la gente, la capacidad de entrega solidaria y desinteresada para ayudar: hay más personas buenas, inmensamente más e inmensamente más buenas, y, por lo tanto, no hay que darle al mal y sus agentes el protagonismo que no merecen.

Todo el dolor de esta madre se convierte en un mensaje en el que la apuesta por el bien y la necesaria actuación de la justicia encuentran su lugar propio sin detrimento la una de la otra.

La rabia, por más comprensible que sea, no puede ofuscar la recta razón, la mirada clarividente, especialmente a la vista de esta ola de solidaridad y ayuda que ha movilizado a miles de personas. Y es la mirada de esta madre, Patricia, la mirada de la parte más afectada de todas, la que nos deslumbra con su serenidad de fondo y con esa sabiduría del corazón que va más allá del dolor.

Quizá sea oportuno este poema de Ángela Figuera. También ella perdió un hijo. Parece que estos versos llegan como rocío al alma en estos días. ¡Ah!: y dejemos las redes sembradas de girasoles, como Patricia ha pedido.

 

Serán las madres las que digan: basta.
Esas mujeres que acarrean siglos
de laboreo dócil, de paciencia,
igual que vacas mansas y seguras
que tristemente alumbran y consienten
con un mugido largo y quejumbroso
el robo y sacrificio de su cría.
 

Serán las madres todas rehusando
ceder sus vientres al trabajo inútil
de concebir tan sólo hacia la fosa.
De dar fruto a la vida cuando saben
que no ha de madurar entre sus ramas.
No más parir abeles y caínes.
Ninguna querrá dar pasto sumiso
al odio que supura incoercible
desde los cuatro puntos cardinales.
 

Cuando el amor con su rotundo mando
nos pone actividad en las entrañas
y una secreta pleamar gozosa
nos rompe la esbeltez de la cintura,
sabemos y aceptamos para el hijo
un áspero destino de herramienta,
un péndulo del júbilo a la lágrima.
Que así la vida trenza sus caminos
en plenitud de días y de pasos
hacia la muerte lícita y auténtica,
no al golpe anticipado de la ira.
 

¿Por qué lograr espigas que maduren
para una siega de ametralladoras?
¿Por qué llenar prisiones y cuarteles?
¿Por qué suministrar carne con nervios
al agrio espino de alambradas,
bocas al hambre, sombras al espanto?
¿Es necesario continuar un mundo
en que la sangre más fragante y pura
no vale lo que un litro de petróleo,
y el oro pesa más que la belleza,
y un corazón, un pájaro, una rosa
no tienen la importancia del uranio?
 

Ángela Figuera Aymerich. “Rebelión” (El grito inútil, 1952)

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8
Mar
2018
Era viernes y ella se llamaba Rosario
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Era viernes

 

Uno no puede entenderlo. Lees cada día el Evangelio, piensas que está claro. La relación de Jesús con las mujeres, sus gestos proféticos, liberadores. Su forma de complicarse la vida hasta una muerte instigada por los maestros de la ley, por los autorizados intérpretes de un dios que tiene poco del Dios vivo.

Escuchas el testimonio de una monja que trabaja ayudando a mujeres a salir de la prostitución, su relato de chicas apaleadas hasta el "coma" literal, encerradas y violadas durante semanas. Tu corazón tiembla. Pero luego alguien viene a decirte que entre las reivindicaciones se esconden elementos ideológicos que son fruto del demonio. Vamos, lo que el mismo Jesús había profetizado: filtrar un mosquito para tragarse el camello. Y te dan ganas de tirar la toalla, porque parece que no ha servido de nada. Que aún queda mucho por sufrir hasta que el corazón se nos despierte, hasta aprender a amar.

Pero al final, pues no, que de sufrir has de hacerlo del lado de las víctimas, porque es lo que tiene sentido. Y porque es lo que Dios mismo hizo, por más que nuestra egoísta y culpable sordera insista en ignorarlo. O, lo que es peor, tergiversarlo.

Cum spe, sine metu: ¡feliz día de la dona! 

ERA VIERNES Y ELLA SE LLAMABA ROSARIO

Sus dos hijas estaban jugando con la Barbie en la sala de estar.
Alicia, la vecina del tercero, follando como loca con un senegalés.
Las dos viejas de abajo
atentas a un programa de la tele.
Sus padres en la playa,
disfrutando del sol en Benidorm.
El bebió una cerveza
antes de sugerirle
que pensara dos veces lo de aquella denuncia.
Ella estaba callada, en postura fetal,
entre la lavadora y el sillón,
en el suelo, tirada,
esperando su turno,
rodeada de sangre y de miedo.

 

Katy Parra

 
 
 

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